Galería

Celebrating memory through wearable art

Proyectos

Creaciones únicas y significativas.

A vibrant headpiece inspired by traditional Mexican culture.
A vibrant headpiece inspired by traditional Mexican culture.
Catrina

Un símbolo de la vida y la muerte.

An artistic display of traditional craftsmanship elements.
An artistic display of traditional craftsmanship elements.
Milagros

Elementos que cuentan historias.

Las piezas son hermosas y llenas de significado.

Ana G.

ORIGEN

La Catrina Garbancera

La Catrina Garbancera, la elegante calavera inseparable del Día de los Muertos, nació de la mano del grabador José Guadalupe Posada alrededor de 1913.
En sus ilustraciones, Posada satirizaba a la clase alta mexicana que renegaba de sus raíces indígenas para imitar las costumbres y modas europeas. Aquella calavera femenina, adornada con un gran sombrero francés, era una crítica mordaz: debajo de toda riqueza o apariencia, todos compartimos el mismo destino.

Décadas más tarde, Diego Rivera retomó esta figura en su mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, donde le dio cuerpo, elegancia y el nombre con el que hoy la conocemos: La Catrina.
Gracias a él, la caricatura se transformó en símbolo — una representación majestuosa de la muerte entendida no como final, sino como parte natural de la vida.

Con el paso del tiempo, La Catrina dejó de ser una burla para convertirse en emblema. Hoy es un recordatorio de que la muerte nos iguala a todos, pero también de que la memoria y el amor nos mantienen vivos más allá del tiempo.

La Catrina Garbancera, the elegant skeleton now inseparable from Día de los Muertos, was created by artist José Guadalupe Posada around 1913.
In his engravings, Posada mocked the Mexican elite who turned away from their Indigenous identity to emulate European style. The skeletal lady in her extravagant hat was his sharp social commentary: beneath refinement and wealth, everyone is the same in death.

Decades later, Diego Rivera expanded her image in his mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, giving her a full figure and naming her La Catrina. Through Rivera’s art, she stepped out of satire and into national identity—an elegant embodiment of the Mexican vision of life and death intertwined.

Today La Catrina stands as a symbol of equality, remembrance, and the beauty of cultural roots that refuse to be buried.